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Una buena poesía. En centímetros

miércoles, 28 de abril de 2010

La Prision del alma

La prisión del alma no está hecha de barrotes de acero, la prisión del alma está hecha del escombro de nuestras vidas, por eso es imposible escapar de ella, porque está dentro de nosotros. Es nuestro infierno interior, nuestro madero y nuestro calvario. Todo ello sin salir de la alambrada de nuestra piel.
Nada parece ser tan bueno o tan malo como para derrumbarme o para santificarme, pero voy sintiendo cada piedrecita del camino. El mismo dolor me causa la picadura de un mosquito que ser atravesado por un sable herrumbroso.
Todo tiene ese sabor metálico de la sangre, todo ese olor denso y dulzón de la descomposición.
Me siento como el naufrago que está a punto de morir de sed en mitad del mar, tengo la sensación de que voy a morir por la ausencia de algo de lo que estoy rodeado.
Ahora que los verdaderos problemas parecen desaparecer, es cuando peor me siento, ahora que todo está menos tormentoso que de costumbre es cuando más daño me hacen las cosas. Me gustaría tener un momento de paz en algún lecho, un abrazo suave y cálido que le limpie la cara a mi dolor. Quien pudiese congelar ese momento en el que un abrazo te vacía de todos los cristales rotos que se llevan dentro, quien pudiera hacer eterno el instante en que se para la respiración y de nuevo comienza la vida; ese intervalo de tiempo en el que parece que un puño te exprime el corazón y suelta todo el alquitrán acumulado durante años.
Que lejanas me parecen esas noches, casi como si no fuese yo quien las co-protagonizaba. Llevo tantos siglos abducido que no se exactamente si estoy llegando o me estoy largando.
Estoy tan triste que soy egoístamente triste, sólo quiero estar solo con mi tristeza. Mi tristeza amada y yo. Es cierto, todos necesitamos amar algo. Aunque a la vez deseo que llegue un hada madrina que me despierte de este letargo dulce y amargo, de esta sensación en la que se hallaría un morfinómano; feliz con su dosis pero sin darse cuenta que su paz es su tumba, la que va horadando con cada beso al vicio amado, cada beso de una hermosa vampiresa que te tiene preso en su veneno y a la que regalas tu sangre porque crees que es el único amor al que puedes ya aspirar. No hay tiempo, no hay vida, no hay amor. Todo es terremoto, catástrofe, alud. El camino de la nada es firme, jamás se desvanece y pronto llegarás. Escoltado por antorchas que reclaman tu, cada vez más enclenque alma para seguir ardiendo, para seguir haciendo del infierno un lugar cálido
en el que guarecerse de la dicha, de la suerte y de la felicidad. El infierno; un lugar seguro y amurallado en el que vivir con mi musa: la tristeza. La única cosa que jamás me ha abandonado, la única cosa que me hace caminar. Solo, en silencio y solo.

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