Las flores que crecen en todos los tugurios del mundo. Viven a oscuras y rodeados de líquido que los alimenta, como antes de salir del coño de su madre.
Hombres con rostro de piedra en el bar
Serios, agrietados
Bebiendo en el bar
Hombres con rostro de pirita
Con voz de acantilado
Beben sin reír
Casi sin hablar
Hombres puros, rígidos
Hombres de andares disimulativos
Tablones de madera por piernas en su retirada
Creen que nadie lo nota
Hombres que miran cuando la luz profana la puerta
Escudriñan los rayos de sol y vuelven a sus vasos
Hombres firmes
A cada trago más firmes
Hombres sabios
Hombres de mundo
Que no han ido más allá de su rincón
Llenan sus copas y opinan
Siempre opinan
Un hombre sin sonrisa detrás de la barra
Su corazón es de hierro
Su arma un trapo en el hombro
Su fusil
Su mirada no es amable
Tampoco su voz
Su discurso: “qué te pongo”
Si puede evitarlo lo hará
Nunca es del todo de día dentro del bar
Tampoco es del todo de noche
El lugar perdido entre la realidad y algún sueño olvidado
En los abisales de charcos espirituosos
Una trinchera de evasión
Su infierno líquido
Un paréntesis en la vida que hace mucho que se abrió
Y aún no se ha cerrado
Una herida que alimentar
Una llama eterna
Fuera: Todo lo demás
Dentro: El mundo entero
Vamos con “Hombres”. Un día estaba en un bar desayunando cuando de repente se escucho un golpe. Levanté la vista y vi una figura algo humana intentando levantarse del suelo. Se había caído del taburete y tenía la mirada como los peces del mercado. Era un parroquiano al que había visto muchas veces en la barra de aquel bar. Delgado, rostro arcilloso y un tercio en la mano. –Pero si sólo me he bebido un par de vasos de vino- dijo al aire. Lo levantamos entre dos y lo llevamos a su casa mientras intentaba decirnos que lo dejáramos tranquilo. Era la segunda vez que se caía en una semana. Lo dejamos en la puerta y el dueño del coche me acercó al trabajo. Más tarde me contó que cuando llegó de nuevo al bar ya estaba nuestro “Hombre” en su puesto.
Esta anécdota es la que me llevó a fabricar el poema en cuestión. Y sé de lo que hablo, ya que en ocasiones se me ha llegado a confundir con la decoración de algún local.
Al final todo reside en encontrar un sitio donde estar a gusto. Algunos tienen un hogar, otros un bar. Algunos tienen el deporte (maldigo), internet, otros las casas de putas, las partidas de cartas o un coche a toda velocidad en sentido contrario. En el fondo todo radica en encontrar un lugar donde sentirse arropado o respetado.
“Fuera: Todo lo demás”
“Dentro: El mundo entero”
Como dice la canción “La gente en la tasca parece más buena…”