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Una buena poesía. En centímetros

viernes, 9 de julio de 2010

La Visita

A medio día he visto las heridas que deja una pelea con la muerte.


Un cuerpo enorme postrado en una cama y rodeado de buenas palabras mojadas en sonrisas forzadas.

Brazos amoratados terminados en muñones, o casi, porque de repente han aparecido dedos, o casi porque no he podido ver las uñas.

Quizá la guadaña los cercenó por la última falange

Enfado de no querer marchar.

Siempre has sido muy terca, incluso para morirte.

No hay nada, por eso luchas.

No estás segura de que lo que te dijeron de una vida mejor vaya a ser verdad o ,tal vez, algún viejo secreto te hace temer al infierno.

Lo cierto es que no te llevarán así como así, con solo mirarte lo se.

Tu rostro está ya maquillado de cera.

Lista estabas para la mortaja, mas algo no te gustó y decidiste largarte de allí con una altivez que has arrastrado a este lecho.

Estás preparada, en guardia.

Sabes que vendrán de nuevo, por eso los músculos de tu cara no se relajan.

No puedes vencer, nadie puede.

Pero les costará, eso lo saben todos los que te conocen.

Chisporrotean a tu alrededor pequeños demonios, emisarios de la nada, exploradores a sueldo de la desaparición.

Bailan a tu alrededor esperando tu flaqueza.

Claro que estás enfadada.

Dicen que en el hospital han llamado a tu habitación la de los milagros.

Pero qué sabrán ellos, lo único que te mantiene no son tus ganas de vivir sino tu terquedad por no morir.

Jamás hiciste nada que no quisieras y no vas a empezar ahora.

Esta es una batalla al mar.

Ya has derrotado a una ola, a dos… El final todo el mundo lo sabe.

Un ataúd y un paseo entre cipreses.

A medio día – mi padre y yo- hemos visto que nos pasa antes de salir de la vida.

Después hemos comido y yo he descansado en una agradable siesta.

Mi padre no ha podido dormir.

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