El día empezó pronto para el
payo. A las doce ya estaba casi listo. A la una, listo. Había quedado con unos
amigos en un bar que un conocido había montado con otros socios. Lo típico.
Empezaron con las cañas, para después entrar en una dieta severa de chuletones
y botellas de vino. Una buena manera de afrontar un largo día. Después de comer
una cantidad aceptable de carne de vaca era necesario desmontar aquello con
bebidas espirituosas varias, combinados burbujeantes y matarratas de dudosa
procedencia. Llegaron a un bar de esos de moda, estaba casi vacío, solo había
unas chicas maduritas a las que el payo les hizo gracia. Le pidieron baile y él
las mandó a la mierda. La camarera desde la barra le dijo que se acercara, el
payo obedeció. Estaba bastante buena y se acercó con una sonrisa y nada que
objetar. “Aquí no se pueden fumar porros”. El payo, que ni siquiera fumaba, intentó
explicarle amablemente que no había nada que apagar. “Tú apágalo, ¿vale?” En
ciertas circunstancias no se puede discutir, aunque uno sepa que tiene la
razón. Esta era una de ellas. El payo fue al servicio, allí había unos chavales
metiéndose rayas copiosamente. A uno de ellos empezó a sangrarle la nariz.
Volvió a la barra a por su cubata. “Como no lo apagues, llamo al dueño y se lo
explicas a él”. Nadie está fumando nada. El payo estaba siendo amable, no porque
él fuese una persona amable, sino porque una tía buena le estaba dirigiendo la
palabra, el tono y los términos en los que se dirigiese hacia él no importaban,
al menos no hasta ahora. “ya estás avisado” esa frase lo cambió todo, ya que
era esa y no otra la que utilizaba su señora madre todo el santo día. Así la
amabilidad se tornó en batalla y la conversación derivó hacia por qué razón no
se podían fumar porros pero sí meterse rayas/porque las rayas no huelen a
porro/que cuantas te has metido para decir que huele si no huele/ que llamo al
seguridad/ que no hay seguridad/ pues a mi novio/ a tu novio le sangra
demasiado la nariz para venir a salvarte/ que te pires y te lleves tus
porros/estás muy guapa esta tarde, podríamos quedar un día de estos si no fuera
porque estás como una puta cabra. La chica estaba loca y ellos se largaron de
aquel antro justo cuando llegaba la ambulancia. Transcurrieron algunos bares,
unos amigos se marcharon otros se unieron y el payo seguía en el once desde el
principio pero se le veía fresco, no sereno, pero si en forma. Al caer la noche el destino los
llevó al punto de inicio. Ahí las cosas ya no eran igual que al principio, pero
el camarero si. El tipo se limitó a sonreír y a proporcionar comida y bebida
mientras miraba la cara del payo que cada vez se volvía más pálida. La dieta
seguía igual de estricta que a medio día. Vaca y vino. Llegado el momento el camarero preguntó por
los postres. “Otro chuletón y otra botella de vino” dijo nuestro chico sin
fisuras. El payo ya no era el novio ideal para llevar al club de papá, no era
el tipo que deseas que conozcan tus amigas, el payo en esos momentos era otro
clase de persona. Los chicos pagaron y se fueron a otro bar de copas, Aquí el
equipo había quedado reducido a tres, pero claramente iban ganando, aunque
querían más, querían la puta copa de Europa. Los tres siguieron abrevando cubata
tras cubata sin miedo a nada hasta que uno de ellos decidió que era hora de ir
al “Portón”. El Portón, una discoteca cuya decoración era tan recargada que no
había ni un centímetro sin un motivo taurino, cuadro, candelabro, cincuentona
borracha, etc. Tal era la incontinencia ornamental que se salía de lo que era
el recinto y subía por la pared del edificio como si de la madre naturaleza se
tratara. Palmas de semana santa, esteras de esparto, y demás artilugios
trepaban como enredaderas por la fachada donde estaba la puerta de acceso al
infierno, perdón, al Portón. Pero había un problema. Un pequeño descuido había
hecho que el payo saliese por la mañana en bermudas y zapatillas. Conociéndose
como se conocía lo suyo habría sido un atuendo más apropiado a la noche, por si
la cosa se alargaba y eso. Uno de los tres iluminados dispuso que
intercambiaran zapatillas por zapatos y no habría ningún problema. Así quedó la
estampa: El payo en bermudas, camiseta irreverente, calcetines de deporte y
zapatos. Casi perfecto, claramente sobraban los calcetines que quedaron pegados
en un poster de Sgt Peppers unos muy dignos 30 segundos. Así, sí. Y arrearon
con sus pasos hasta el Portón, perdón, el infierno. El primero pasó sin
problemas, con el segundo hubieron algunas dudas por el tema de las zapatillas,
el payo, sencillamente, no pasó. “tío, venga que va con nosotros” Así
comenzaron las negociaciones. No era demasiado tarde y no había mucha gente,
por eso hubo negociaciones. Al final el segurata dispuso que se dieran una vuelta y cuando al payo se le pasara la
borrachera volvieran y les dejaría entrar, a lo que por alusiones añadió:
¿Desde cuándo abrís los miércoles?
Estaba claro que necesitaban
un antro más acorde con su situación actual. Un sitio con menos filtros.
El lugar estaba lleno y había
buena música. Los chicos consiguieron llegar hasta la barra, mientras uno de
ellos pedía, el payo se dio cuenta de que a su lado estaba Joaquín Reyes.
Joaquín Reyes había estudiado en el
mismo instituto que nuestro protagonista, ni siquiera habían sido amigos, solo
habían coincidido en el cuarto de baño para fumar y en algún viaje de estudios.
Como su cubata no llegaba decidió que era buen momento para entablar
conversación con la celebridad. El señor Reyes se limitó a esquivar las babas
que el payo disparaba y a poner muecas, muy amable él. Al final, decidió
refrescarle la memoria con esa frase que nadie jamás ha dicho “Pero no te
acuerdas de mí”.
En este punto hay varias
opciones por las que se pudo cortar la conversación:
A)
“Pos no” como
respuesta y el payo comprende
B)
Llegada del
cubata y celebridad pasa a segundo plano
C)
Ambas a la vez
Cualquiera de las tres es
válida.
Ya era bastante tarde y las
horas comenzaban a pesar en las piernas. El payo buscó un rincón donde reposar
unos segundos, decidió sentarse en unos sillones que había por allí, pero midió
mal y cayó justo al lado. Tarjeta por tirarse. Fue una de esas situaciones en
las que de haber ido sereno estaríamos hablando de lesión grave, hubo suerte,
el payo estaba a mil putas leguas de ir sereno. Eso sí, no derramó ni una sola
gota de líquido. Allí tirado como se encontraba se dio cuenta de que había
caído en una posición muy cómoda y creyó oportuno permanecer unos minutos a ras
de suelo. Desde su rincón podía ver como el bueno de Reyes lo miraba y se reía.
“A que me hace un monólogo el hijoputa” Eso lo azuzó para recobrar de nuevo la
¿verticalidad?
El payo se acercó donde uno
de sus compañeros hablaba con un chaval, de repente apareció la novia y agredió
al amigo. “¿Esto no era al revés? Tú estás hablando con la novia y llega el
novio y te da” El mundo estaba cambiando y claramente ellos no eran
conscientes. Salieron de bar y vieron que un nuevo día había nacido. “¡Qué
hermoso!” dijo uno de ellos al ver tal espectáculo. “Que os den por culo” dijo
el payo. Y se fue a dormir trazando una eses dignas del mejor escribano
medieval. La puta copa de Europa ya estaba en casa, otra vez.
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