La historia del coño es la historia del pelo, o contra el pelo. La suntuosidad de décadas anteriores ha dejado paso a la cuchilla y después al láser; arma definitiva contra la grama de entrepierna. La historia del coño es lo contrario a la historia de la cabeza. Donde en uno se busca lo terso de la piel despoblada en la otra es búsqueda de tupido manto. El coño busca de limpieza, de claridad, de funcionalidad, acosta de la sombría alfombra pilosa de antaño. Atrás quedaron aquellas indefinidas cavernas con su negritud (en muchos de los casos) donde difícilmente se podía discernir parte alguna de la que nos enseñaban los libros de anatomía (¡Ay, aquellos libros de anatomía!). Muy atrás ya, los abnegados rizos en la boca por querer saciar curiosidades, por querer mirar muy de cerca. Hoy todo es más aséptico, no sé si mejor, pero si menos opaco. Ya no se imagina un labio o un clítoris, ahora se ve, y una vez visto quizá, solo quizá, se pueda echar de menos cierto bosque de tirabuzones, por lo bonito de imaginar. Antes una equivocación a la hora de atacar la cavidad correcta era error común y perdonable, ahora no hay excusas. El que yerra es por afán. Hoy día el pelo del coño simplemente ocupa un lugar decorativo donde dejar volar la imaginación, donde crear, posiblemente, arte. Nos es trabajoso el coño, para que esté en perfecto estado de revista necesita horas de cuidados y acicales. Aunque es cierto que, el ya nombrado laser, ha facilitado estos menesteres el pelo del coño sigue siendo un irredento y por lo tanto necesita su dosis de mal trato. Llegados aquí surge una pregunta:¿ Se ha vuelto delicado el cliente, es más exigente hoy en día el consumidor de coño que antiguamente o ,simplemente, es moda pasajera que devolverá a los felpudos a su antigua jerarquía cuando la tiranía del rasurado llegue a su fin?. Sea como fuere, la historia del coño es una historia de destierro, de crueldad, de tortura; una historia de objetos cortantes y ceras hirvientes, de tirones y escozor… de rebeldía. El pelo de coño, sobretodo, ha sido rebelde; ha luchado contra toda herramienta aun sabiendo que su lucha era inútil. El pelo del coño, dirán, que es un coñazo pero a mí me parece un héroe, un auténtico superviviente. Un caso de fe absoluta ante la aniquilación. La historia del coño es la historia del tesón.
martes, 9 de noviembre de 2010
La Historia del coño
La historia del coño es la historia del pelo, o contra el pelo. La suntuosidad de décadas anteriores ha dejado paso a la cuchilla y después al láser; arma definitiva contra la grama de entrepierna. La historia del coño es lo contrario a la historia de la cabeza. Donde en uno se busca lo terso de la piel despoblada en la otra es búsqueda de tupido manto. El coño busca de limpieza, de claridad, de funcionalidad, acosta de la sombría alfombra pilosa de antaño. Atrás quedaron aquellas indefinidas cavernas con su negritud (en muchos de los casos) donde difícilmente se podía discernir parte alguna de la que nos enseñaban los libros de anatomía (¡Ay, aquellos libros de anatomía!). Muy atrás ya, los abnegados rizos en la boca por querer saciar curiosidades, por querer mirar muy de cerca. Hoy todo es más aséptico, no sé si mejor, pero si menos opaco. Ya no se imagina un labio o un clítoris, ahora se ve, y una vez visto quizá, solo quizá, se pueda echar de menos cierto bosque de tirabuzones, por lo bonito de imaginar. Antes una equivocación a la hora de atacar la cavidad correcta era error común y perdonable, ahora no hay excusas. El que yerra es por afán. Hoy día el pelo del coño simplemente ocupa un lugar decorativo donde dejar volar la imaginación, donde crear, posiblemente, arte. Nos es trabajoso el coño, para que esté en perfecto estado de revista necesita horas de cuidados y acicales. Aunque es cierto que, el ya nombrado laser, ha facilitado estos menesteres el pelo del coño sigue siendo un irredento y por lo tanto necesita su dosis de mal trato. Llegados aquí surge una pregunta:¿ Se ha vuelto delicado el cliente, es más exigente hoy en día el consumidor de coño que antiguamente o ,simplemente, es moda pasajera que devolverá a los felpudos a su antigua jerarquía cuando la tiranía del rasurado llegue a su fin?. Sea como fuere, la historia del coño es una historia de destierro, de crueldad, de tortura; una historia de objetos cortantes y ceras hirvientes, de tirones y escozor… de rebeldía. El pelo de coño, sobretodo, ha sido rebelde; ha luchado contra toda herramienta aun sabiendo que su lucha era inútil. El pelo del coño, dirán, que es un coñazo pero a mí me parece un héroe, un auténtico superviviente. Un caso de fe absoluta ante la aniquilación. La historia del coño es la historia del tesón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ni láser ni felpudo: piel de melocotón.
ResponderEliminarUn abrazo, Chema.
menudo texto, aunque con ese título no espero menos..
ResponderEliminarJajaja, hostia, ¡qué bueno! Que no pierda la esperanza, que se aprecia una tendencia en la élite alternativa a la naturalidad.
ResponderEliminarAmenudo es mucho mejor intuir que ver, dejar volar la imaginación y hacer del placer un arte de guerrillero en la selva colombiana. El coño de una mujer no puede parecerse al coño de una muñeca ni al de una niña. ¡Viva el pelo!.
ResponderEliminarSoy fiel defensora de los "gatos acostaos" de entrepierna, qué le vamos a hacer.....
ahora mismo me he imaginado un tropel de coños de todas las formas, manifestándose por Gran Via, sólo coños, sin más carne ni hueso, cartílagos depilados, barbilampiños, frondosos, arrugados, rojos, rosas, violetas... todos, todos, aplaudiéndote y gritando desaforados con sus cuatro labios:
ResponderEliminarel coño te siente ...
Esgarra Presidente!!!!!
De acuerdo con un comentario anterior. Basta de muñecas hinchables y viva lo natural.
ResponderEliminarSincopada, soy hombre y estoy plenamente de acuerdo contigo. ¡Viva la pelambrera!
ResponderEliminarHablemos de coños, pollas y sexo, sin pelos en la lengua.
ResponderEliminarMejor con "pelos" en la lengua.
EliminarLo más profundo del ser humano es la piel, (Paul Valéry)
EliminarNo la cubras de pelo