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Una buena poesía. En centímetros

lunes, 5 de noviembre de 2012

El método escandinavo


Llego a casa después del hospital, en el cuarto de baño sueno mi nariz con violencia, y lavo mi cara. Caen gotas de sangre rompiendo el blanco del lavabo. En el espejo hay un tipo que sangra por la nariz como un cualquiera en el baño de una discoteca. Me dirijo al mueble con la firme determinación de emborracharme. Hay varias opciones, vodka, ron, ginebra. También hay vino y cerveza en el frigorífico, pero lo descarto. Tiene que ser algo fuerte, un licor dramático. Güisqui. Voy al salón dejo el vaso sobre la mesa. Me siento y veo en el reflejo de la tele apagada un intento de fuga, un intento carente de convicción. El proyecto de mitigar cierto dolor que aún no ha llegado se va desvaneciendo. Miro el vaso, lo huelo. No vomito. Miro al niño, me sonríe. Todo cambia.

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