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Una buena poesía. En centímetros

jueves, 29 de abril de 2010

La playa

¿Donde van los seres caídos? A veces es difícil saber si estas en el fondo o en la cima.
No puedo abrir mis pulmones a tanta frivolidad, a tanta pose y a tanto maquillaje. Incluso en la más absoluta embriaguez soy totalmente consciente de la falsedad del divertimento estandarizado. Todo es previsible, mas funciona.
Verano, sol, discoteca, drogas y malos polvos con cuerpos gimnastizados.
Todo es tan plástico y sintético que incluso un buen cerebro pasaría desapercibido entre tanta perfecta imperfección.
Realmente hay cosas que nunca cambiaran, generación tras generación disfrutan del teatro de sonrisas, miradas y mala música de ordenador.
Mientras uno intenta olvidar la última vez que se introdujo en la cueva del neon, vuelve a sentirse triste al caer en el fango de gominola y droga de diseño que es vendido como un símbolo de diferenciación, libertad y autenticidad, como ya dije: Generación tras generación.
Funciona, siempre funciona. Bonitos cuerpos, bailando sin camiseta o con mínimas expresiones de tela. A quien engañar todos disfrutamos con eso.
Entonces piensa mi autoestima “Yo tengo más clase”. Después trago un sorbo del colorido brebaje (al que anteriormente he desnudado de pajitas, sombrillitas y demás jodiendas) servido por un adonis cargado de músculos y sonrisa centelleante. “Seguro que es gay”, unánime pensamiento heterosexual masculino de la sala.”Que bueno está, aunque sea gay”, unánime pensamiento heterosexual femenino.
Vidrio tras vidrio voy acumulando veneno bonito dentro de mi cuerpo haciendo en la barra una montaña de ornamentación cubatera que crece inversamente proporcional a mi pasta y directamente proporcional a mi hígado. “Construiré un hermoso castillo en la playa con toda esta mierda”, eso es lo único que puedo escucharle a mi cerebro a través del infierno musical del que se rodean mis tímpanos. “La gente sólo intenta divertirse, no como tú amargao” me planteo.
Entonces veo como dos putas dominicanas llevan a cabo una transacción económica tan antigua como el mismo ser humano. Dicho acto, conocido como trueque, consiste en algo tan simple como el intercambio de farlopa por sexo. Así es como un tipo, poco menos que cómico, puede engordar su currículo con dos señoritas de tan exquisita estampa.”Ponle un ron con cola a este amargao, con dos palmeritas garÇon”.
“Que me has llamado, Cabrón?!.
“Encima de maricón chulo”, pienso.
“Que va, que va te he dicho guapetón”.
“Muchas gracias cielo, oye luego si quieres cuando cerremos te puedes quedar…”. “Verás me encantaría pero acabo de romper con mi pareja y no estoy preparado para otro hombre. En realidad si quieres hacer algo por mi, me puedes invitar a una copa”. “No sabes como te entiendo, esta corre de mi cuenta”.
Al parecer también resultó ser gilipollas, eso si muy guapo. Claramente ese último vaso tampoco me trasladó fuera de aquel funesto escenario de pantomima y silicona. Me acabé aquello de la forma que pude, recogí mis palmeritas, agitadores, y removedores y me dirigí hacia donde me indicaban unos Lomo Plateado con auriculares en la oreja. Salí al amanecer, tiré todos los plastiquitos y palillitos y me encaminé a la caza de un taxi.
Los primeros bañistas atravesaban la claridad del terco sol armados con sus sombrillas y sus neveras, ataviados con sus bañadores elevados superlativamente (visión que siempre ha generado en mí una sensación de dolor testicular) y sus gorras propagandísticas. “Esto no para de mejorar”. Son las 8 de la mañana y el calor ya es insoportable. ¿Debería entonces hacer caso a la severa opinión que se apodera de mi segundo a segundo?: “Esto es un puto infierno”. Según el señor Tyler Durden “tocar fondo no es un retiro de fin de semana”; O si.
Todo queda confirmado cuando un idiota totalmente empastillado se acerca a mí bailando con una botella de agua alabando la gran sesión musical con la que el Dj nos ha deleitado.
Finalmente consigo robar un taxi a unas jovenzuelas que no han conseguido reprimir el vómito justo antes de subir al coche y salgo de allí como alma que lleva el diablo. Agradeciendo el silencio del taxista (si me llega a tocar un conductor simpático y dicharachero juro que me tiro en marcha) le voy dando vueltas a dos ideas: Uno; ¿qué verá de divertido la gente en la labor de no pensar? y dos; joder y como se esfuerzan para conseguirlo.
Pero quien soy yo para juzgar nada porque como ya he dicho antes:” no se donde van los seres caídos y no sé si estoy en el fondo o en la cima”.


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