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Una buena poesía. En centímetros

lunes, 1 de abril de 2013

Incompatibles


¡Quiero la cabeza del gilipollas que ha permitido  esto! Se escucha fuera del despacho. Es un rugido terrible. La demanda también lo será. Estas cosas pasan en los hospitales, le han dicho a la madre, pero eso la ha puesto aún más histérica. El caso es que algo así no ha pasado nunca en este hospital, ni en ningún otro, pero desde luego es algo que podría pasar y de hecho ha pasado.

Lección uno: Aprende cuanto antes cuales son las enfermedades incompatibles. Apréndelo rápido y evitarás muchos problemas.

Lección dos: No importa las prisas que haya, el tiempo que lleves de guardia o las horas sin dormir. Respeta siempre la lección uno. A nadie le importa una mierda tu cansancio cuando se trata de buscar un responsable.

Fin de semana en urgencias.
Una madre llega a urgencias con su hija, se mueve bien por el hospital. Saluda a las enfermeras y las llama por su nombre, bromea con ellas y les pregunta por sus maridos.  No se trata de nada grave pero para evitar trámites la mujer suele llevar a su hija por urgencias. La enfermera jefe la acompaña a un box mientras se queja de sus doloridos pies. La chica se queda en su silla de ruedas esperando a que le hagan las pruebas pertinentes y su madre y la enfermera aprovechan para ir a por un café.  
Otra mujer cruza la puerta de urgencias. Lleva a un niño de la mano. El chaval parece bastante normal, su madre está algo nerviosa, pero se mueve decidida por los pasillos. Se nota que es una habitual. Busca una cara conocida para que la ayude. Se trata de una enfermera que lleva poco tiempo, pero que ya la ha atendido en alguna ocasión. El chico necesita un lavado de estómago. La enfermera le dice dulcemente al niño que la acompañe  mientras la madre, algo más calmada, decide ir a tomar un café. Todos los box están a parir. Hoy hay macrobotellón en la ciudad y hay montones de jóvenes vomitando. La enfermera busca un sitio donde dejar al niño mientras viene un doctor, después de un rato pronuncia su nombre con amabilidad y le dice que espere junto a la chica de la silla de ruedas.
Hay que tener en cuenta que comerse un mando a distancia no es algo demasiado sano pero para el estómago de éste niño el plástico no es algo desconocido. Ha digerido de todo, aparte de comida en mejor o peor estado, por su boca ha entrado madera, tela, papel, corcho… etc. Por no mencionar el hecho de que tiene que hacer sus necesidades bajo la atenta mirada de su madre, por no mencionar el hecho de que hay que fumigar bien la casa para que no haya ningún insecto, tampoco esos crujientes que estáis pensando. Por no mencionar el hecho de que las mascotas están totalmente prohibidas.
Imaginad que no sabéis lo que es estar saciado, comer y comer y seguir teniendo hambre. Imaginad que lleváis hambrientos toda la vida. Toda la vida. Ahora imaginad que sois padres y que vuestro bebé no para de llorar porque tiene hambre. Lo más primario, comer y después todo lo demás. Pero lo demás no llega porque lo primero sigue ahí. Síndrome de Prader Willy. Termina por decirte algún médico tensando un poco más tus nervios y la vida propia se esfuma detrás de esas palabras. Hay que enseñarlo pero es muy pequeño y solo quiere comer, comer, comer. Lo que sea, cualquier cosa. El mando a distancia del equipo de música.
Por lo tanto el niño espera su turno en un hospital cualquiera, y no está solo, justo enfrente hay una niña en una silla de ruedas. Babea y tiene la mirada perdida. Es mayor que él, un par de años quizá. Él la mira en silencio, ella babea en silencio.”Parálisis cerebral de nacimiento” dijo la enfermera que la empujó junto a él. “crisis” dijo. El niño está sentado frente a ella en otra silla de ruedas, un tubo de silicona conduce un calmante desde una bolsa hasta la sangre de la niña, la niña mira a un punto indeterminado entre la pared y el techo. El niño la mira fijamente. Tiene hambre. Él siempre tiene hambre.




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