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Una buena poesía. En centímetros

lunes, 17 de febrero de 2014

Soltero

En la cocina, en calzoncillos comiendo un estupendo rissoto, la vida me sonríe. Hace calor, mucho, con cada masticación,  más calor, con cada trago de vino, más calor. El vino tinto no es una buena opción con 40 grados. En fin, ya está hecho. Otro trago y media botella a mi marcador. Creo que la cebolla se me ha quemado un poco, pero por lo demás este arrocito está bueno, y más te vale porque lo has hecho tú, chaval. Aunque fuera la mayor puta mierda culinaria sobre la faz de la tierra, te la comerías. La nevera está triste, lo sé. He recopilado todo lo que en ella había y el resultado es éste magnífico plato. Definitivamente la cebolla se me ha quemado. La nevera está triste y la botella empieza a estarlo. Tengo que hacer algo con estas malditas moscas, nadie sabe de dónde salen pero no tienen por costumbre desaparecer, por muchas que mates. Bueno, al menos son compañía. Paff. Una menos. Ah, no, sólo era una gota de sudor que bajaba desde mi axila. Creo que tengo que salir a comprar algo, para que la nevera se alegre. Podría salir y tomar una tónica con los amigos y después comprar algo de comida, por ella, me gusta que esté contenta, la nevera. Siempre me ha tratado bien, pero últimamente yo no me ocupo demasiado de ella. Podría tomarme una copa en casa y después salir a ver a los amigos y después comprar algo de comida. Pero antes tendría que darme una ducha. No sé si voy a tener tiempo suficiente para todo.  Ahora que ya está en mi estómago he de decir que el rissotto no era gran cosa. La próxima vez lo haré mejor. Aunque antes he de alegrar un poco esta nevera y acabar con las putas moscas. Creo que tomaré esa copa en el salón y después ya me lo pienso.
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