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Una buena poesía. En centímetros

martes, 22 de junio de 2010

La Francés

Empezamos a beber cuba litros de Vodka con naranja, era puta mierda pero también era lo único que no te mataba del todo, y que cojones, con 20 años puedes beber ácido de batería o incluso chupitos sin morir. Yo llevaba puesta una camiseta con una Anarquía y desde que entramos a nuestro medio palacio empecé a cantar y a dar saltos. La culpa era de Oscar, no paraba de pinchar a Siniestro, Ilegales, Los Enemigos, Parálisis Permanente, La Polla, Kortatu… Parecía que había estado mirando dentro de mi caja de cintas aquella misma tarde. Había una chica, a la que le sorprendió que conociera todas y cada una de las canciones y que cantase todas y cada una de las canciones y que me bebiese todos y cada uno de los cuba litros que llegaban a mis manos. Vamos que creo que la sorprendí. Cuando llegó el momento de cerrar nos despedimos de Oscar y Lola y decidimos (decidieron) que fuésemos a una discoteca: Arena. A mi no me gustaban las discotecas pero tampoco me podía ir a dormir. Una vez en la calle, se me acercó la chica sorprendida y me dijo que como era posible que conociese todas aquellas canciones, “bueno las he escuchado mucho, supongo”. Era delgada y bastante guapa, llevaba puesto un vestido largo de punto ajustado de color gris y resaltaba sus fantásticas tetas. Estaba acompañando a una amiga de clase, ambas eran de Cheste. Alguien trajo un coche y nos metimos los 6 o 7 que estábamos, ella se subió encima de mí. Durante el trayecto me contó que estaba estudiando en Francia y que había venido para el verano. Estudiaba Filosofía o filología o algún tipo de mierda relacionada con las letras, nada que me interesara demasiado en aquel momento. Llegamos a la discoteca y aparcamos a tomar por culo de la puerta. Bajamos del coche mientras seguíamos hablando. Había visto mi camiseta de anarquía y empezó a hablarme de Camus, de Sartre y de unos rollos que yo no entendía, iba algo borracha y me confeso que ella no solía beber. Llegó un momento en que nos dimos cuenta que nos habíamos separado del resto y que además estábamos lejos de la discoteca, en evidencia nos enrollamos. El calentón era considerable, por lo que propuse que nos fuéramos a mi habitación en la residencia de estudiantes. Yo tenía un plan. Cogimos un taxi (creo haber dicho ya que no tenia un puto duro por lo que pagó ella) y llegamos al Jaime I. Allí no dejaban entrar chicas por la noche y había un portero que dormía en la entrada. “Espera aquí un momento” le dije. Llame al timbre: “buenas noches/buenas noches”. Subí los escalones de 5 en 5 y me dirigí a la primera habitación que encontré. Nadie. ¡Joder! Fui entrando en todas las habitaciones sin éxito. Estaba todo el mundo de fiesta. “No puede ser, mierda”. Cuando estaba a punto de rendirme, me acerque a la triple y allí encontré a Carlitos. Dormía. Me acerque a el y le dije, “tío, necesito que vayas a la cocina y rompas algo para que pase a una tía que me esta esperando en la puerta”. Su respuesta fue tan ininteligible como poco satisfactoria. HIJO DE PUTA DESPIERTA QUE TENGO UNA TÍA MÁS CALIENTE QUE LA PUERTA DEL INFIERNO ESPERÁNDOME. Respuesta: balbuceos… vino… mucho… no bebo mas…cabrón…un pedo. Aproveché la ocasión para darle un par de hostias que nunca vienen mal y que seguramente merecía. Una vez sosegado decidí intentarlo yo mismo. Baje sigilosamente las escaleras y llegue hasta la puerta de entrada, abrí y llame a la francesa. Todo iba sobre ruedas, hasta que entró en el recibidor y sus tacones empezaron a resonar como nunca antes habían resonado unos zapatos. “Mierda”. Llegamos hasta la escalera justo antes de escuchar la voz del portero. “No te pares”, le dije. Pero aquellos tacones iban destrozando con sus voces todo mi plan B. El silencio era mi plan B, nada mas alejado de aquellos zapatos caros, zapatos seguramente muy franceses. Nos atrapó en el tercer piso y nos saco a la puta calle. “Mataré a Carlitos, lo juro, aunque sea lo ultimo que haga, lo despellejaré vivo, eso no se hace Kopón”. “Si conoces algún hotel, yo tengo 3000 pesetas”, dijo la francesa de Cheste. Pero yo no conocía ningún hotel. “¿Y que hacemos?”, en evidencia, nos enrollamos. Estábamos en la puerta de la residencia apoyados en un Renault cinco rojo (mentira, no me acuerdo) dando un recital de morreos y magreos a todo aquel que quisiera mirar, que a esas horas eran bastantes. Aquello no tenia freno estábamos los dos realmente cachondos. Yo le metí la mano por debajo del vestido buscando unas bragas que me parecieron bastante francesas al tacto, y ella por su parte me desabrocho los pantalones buscando con autentica necesidad mi polla (muy poco francesa por su parte). Aquello se nos estaba yendo de las manos porque, para más INRI, estábamos debajo de un foco. La gente que pasaba cerca de nosotros nos miraba y ya empezaban a hacer corrillos. Eso no podía seguir, al menos no allí. Haciendo un alarde de voluntad, le dije que parara para ir a algún sitio más íntimo. Ella no quería, Francia había calado totalmente en ella. La separé un poco de mi y me miró con una cara entre odio y lascivia que casi me hace eyacular. Andamos hacia unas calles más oscuras apenas cien metros en las que paramos constantemente a meternos mano de la forma más primaria y elemental. “Tengo las bragas empapadas”, decía. Aquellas bragas tan francesas. En uno de aquellos arrebatos no aguantamos mas y caímos sobre otro capó (no diré ni marca ni color, para que mentir) y seguimos como dos animales lúbricos, saciando nuestras bocas. Ella no estaba dispuesta a que yo le parara los pies una vez más y me tumbó en aquel coche color… en aquel coche (no creo que sea necesario hacer literatura de un coche en este momento), me desabrochó los pantalones, me sacó la polla y empezó a chupármela. Ya no había nada más que decir, era una chica muy persuasiva. Cerré los ojos y me abandoné en el pensamiento de lo grande que era nuestro país vecino, en como es capaz de sacar el potencial putil de cada mujer, tanto autóctona como invitada. Si hay algo realmente destacable de los pirineos para arriba es el nivelazo que tienen a la hora de crear autenticas zorras. Francia impone carácter y aquella niña buena de Cheste era el más claro de los ejemplos. Francia, que gran país de putas, cuanto que aprender. La chica sabía lo que hacía. No recuerdo donde me dijo que estudiaba pero la Sorbona era la única opción posible dentro de mi cabeza, o alrededor de ella si se me permite la licencia. Así estaba cuando unos gritos me sacaron de mis meditaciones felacionales. Abrí los ojos y pude observar como en los balcones y ventanas de los edificios se asomaban cuerpos de estudiantes jaleando la excelente maniobra amatoria a la que estaba siendo expuesto. Era un publico entregado, pude ver también como había algún grupo en la acera de enfrente uniéndose a la fiesta. Mire para abajo y vi como mi compañera de reparto además de comerme la polla como una autentica necesitada tenia la mano en su coño. Y allí la dejó hasta que el orgasmo la hizo flaquear y se cayó al suelo. Me guardé mis atributos y la levanté antes de que otro galán de los que por allí pululaban se ofreciera cortésmente. Saludamos a los aficionados como se hace en la opera y nos largamos como un dueto triunfador, ellos nos tiraban flores y halagos. También nos pidieron los bises. Ella volvió a decir lo del hotel y lo de sus flamantes 3000 pesetas. También dijo que tenia condones, solo dos dijo, pero bastarían ya que su tren salía en un par de horas. Yo seguía sin conocer ningún hotel, por lo que decidimos que volver a la discoteca era la mejor opción. Entramos y buscamos a su amiga. No tardamos demasiado en encontrarla. Mientras hablaba con ella yo escudriñaba el local en busca de algún rincón donde culminar aquella noche. Lo encontré y volví a por ella. “Tenemos media hora”, dijo. “Nos da tiempo hasta para fumarnos un cigarro y charlar de lo nuestro”, dije con total estupidez, pero la chica no estaba para bromas y casi me empujó hacia la oscuridad. Yo me senté en una especie de banco y ella se puso frente a mi despatarrada. Aquello estaba lleno de gente, pero para nosotros se había convertido en un aliciente más. Nos debíamos a nuestro público. La diferencia era que esta vez todas las parejas que había allí estaban en lo mismo que nosotros. Le bajé el vestido por arriba y dejé al aire sus grandes tetas, que contrastaban con su delgadez. Empecé a lamerlas y estrujarlas mientras sus manos quitaban los botones de mis levis por tercera vez aquella noche. Cuando notó mi polla de nuevo puede ver como sus ojos brillaban en la oscuridad. “Que putón, gracias Dios mío”. Estiró un poco el brazo y cogió con una mano su bolso mientras con la otra aferraba mi miembro. Estaba sacando un condón para ponérmelo cuando apareció su amiga por detrás y le toco en el hombro. “Ha dicho nosequien que nos acerca a la estación, nos tenemos que ir”. “No puede ser. ¡Y ahora que hago con esto!”. Ella se guardo de nuevo sus fabulosas tetas mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. “¡No es justo, esto no es justo, joder!”decia yo, mientras intentaba acoplar mi erección a los vaqueros. Nos levantamos y nos acercamos al grupo que nos esperaba entre risitas. Miré al capullo del coche con todo el odio del que fui capaz, seguramente mi polla dentro de los calzoncillos también lo señalaba acusadora, y nos despedimos la chica y yo casi a la francesa, como si no hubiese pasado nada. “Oye si quieres te llamo y quedamos otro día” me sentí obligado a decir. “No te molestes, lo que ha pasado ha estado bien y punto”, contestó con todo su Cheste natal y con toda su Galia adoptiva. “Me encanta Francia y sus finales”.
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