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Una buena poesía. En centímetros

miércoles, 3 de julio de 2013

Las maletas


Él le recuerda aquel viaje que hicieron a Mallorca, lo bien que lo pasaron, lo que se rieron. Ahora le está hablando de cuando nació la pequeña; “era tan feliz, siempre reía”. Él trabajaba duro y poco a poco pudieron comprarse la casa, un coche. Sin lujos pero dignos. Los domingos iban a merendar con los amigos al campo. Qué días, qué jóvenes, las cosas estaban mejor que ahora. Mucho mejor. Él enciende un cigarro y lo sujeta con las uñas para no manchar el filtro, continúa recordando aquella vez que siendo casi unos niños le enseñó a fumar y cómo tosía, “Cómo tosías  y después te mareaste y aproveché para besarte y tú saliste corriendo, pero ya era tarde, te tenía en el bote”. El día de la boda y el viaje de novios a Granada iban pasando por su cabeza mientras inhalaba humo en la penumbra y lo devolvía de nuevo a la habitación. Ahora mismo solo hay en su cabeza buenos momentos, los malos ya no importan, están aparcados. Él apaga el cigarro y sigue con su trabajo. Ahora le habla del juego de maletas, el que les regalaron en el banco por el plan de pensiones, el mismo que no les quisieron devolver cuando se quedó en paro. “Mira al final para lo que han servido” le dice a la cabeza con un tono algo más exaltado, pero al instante se calma. Respira hondo como le enseñaron en las charlas e intenta olvidar. Le duele la mano porque ciertas partes están realmente duras pero sigue, ya falta menos.   
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